domingo, octubre 29, 2006


La Epistemología Genética de Jean Piaget.


Jean Piaget (1896-1980)


Para la mayoría de los psicólogos y educadores, la figura de Piaget está asociada con la psicología infantil y, específicamente, con los estadios del desarrollo cognitivo desde la infancia hasta la adolescencia. Sin embargo, Piaget, más que psicólogo, se consideraba a sí mismo un epistemólogo, definiendo específicamente su ámbito de estudio como epistemología genética, es decir, su investigación se focalizaba, fundamentalmente, en los cambios históricos-evolutivos que se presentan en la relación entre el sujeto cognoscente y el mundo conocido.[1] Para Piaget, el desarrollo ontogenético de las estructuras cognoscitivas debe ser un tema de preocupación fundamental para la epistemología, en la medida que sus postulados deben considerar el carácter dinámico del conocimiento.

“En efecto, si todo conocimiento es siempre un devenir que consiste en pasar de un conocimiento menor a un estado más completo y eficaz, resulta claro que de lo que se trata es de conocer dicho devenir y de analizarlo con la mayor exactitud posible. De todas formas, este devenir no tiene lugar al azar, sino que constituye un desarrollo y, como en ningún campo cognoscitivo existe comienzo absoluto de un desarrollo, éste debe ser examinado desde los llamados estadios de formación.”[2]

De manera similar a lo planteado por Vygotsky, para Piaget, en todos los estadios del desarrollo, la cognición se basa en las acciones que realiza un sujeto, son éstas “la materia prima de toda adaptación intelectual y perceptual.”[3] Al nacer, los seres humanos estamos dotados con ciertos patrones de acción biológicamente definidos, llamados reflejos, que nos permiten adaptarnos, aunque de manera bastante precaria, a nuestro entorno. Como resultado de la interacción con el medio circundante, estas coordinaciones innatas entre receptores sensoriales y superficies motoras se van modificando, el organismo se va acomodando a través de cambios estructurales recursivos, lo que da lugar a la aparición de patrones de acción adquiridos. Estas nuevas coordinaciones sensoriomotoras, como las denomina Piaget, que están constantemente siendo modificadas como resultado de la interacción del organismo con el entorno, conforman totalidades organizadas que estructuran la cognición de una manera determinada. A estas estructuras cognitivas que emergen del operar recursivo, circular, de las coordinaciones sensoriomotoras, Piaget, al igual como lo hiciera Bartlett, las denominó esquemas, constituyendo éstos la base de todo el operar cognitivo de un organismo.

El proceso de conocer, la relación que establece un organismo con su entorno, no es un devenir azaroso ni casual, tiene una estructura, adopta una determinada forma, la cual es resultado de la aplicación de los esquemas con los que opera dicho organismo. Así, un bebé conoce el mundo a través de las acciones que emprende, utilizando, por ejemplo, el esquema de succión. Los objetos del mundo, diría Piaget, el bebé los asimila, los integra a su organismo, succionándolos. Un adulto, en cambio, utiliza esquemas más complejos, como la categorización conceptual o el uso de teorías científicas, para asimilar los elementos de su entorno. En ambos casos, el acto de conocer se basa en la estructura particular que tiene el organismo al momento de operar sobre su entorno, lo que permite plantear, que ya desde la perspectiva piagetana, la acción de conocer está estructuralmente determinada.

Las investigaciones más recientes han cuestionado varios tópicos de la obra de Piaget, en especial la validez de la caracterización que hizo de los estadios del desarrollo cognitivo, que curiosamente es lo más conocido de su obra. A este respecto, Gardner señala:

“Las ampulosas afirmaciones de Piaget revelaron poseer menos solidez que sus demostraciones experimentales concretas. Los formalismos lógicos en que se apoyan sus etapas carecen de validez; las etapas mismas fueron puestas en tela de juicio, y sus descripciones de los procesos biológicos vinculados con el tránsito de una a otra etapa no han podido ser corroboradas ni siquiera por estudiosos que simpatizan con su obra.”[4]

Sin embargo, como el mismo Gardner reconoce, Piaget fue una figura fundamental en la historia de la psicología y de la ciencia cognitiva, pues en medio de la hegemonía del conductismo, abrió uno de los campos de estudio más fecundo para la psicología contemporánea, como lo es el del desarrollo de la cognición humana. Además, fue uno de los precursores de la integración que hoy se advierte entre la epistemología y la ciencia cognitiva, pudiendo sus planteamientos ser considerados pioneros en cuanto a concebir la cognición como acción corporizada, esto es, considerar que las estructuras cognitivas emergen de patrones sensorio-motores recurrentes, los cuales se originan en la posesión de un cuerpo, que permiten que la acción sea guiada por la percepción del organismo. Para Varela, “el pionero y el gigante de esta área es Jean Piaget.”[5]


[1] Flavell, John. The developmental psichology of Jean Piaget. Princeton, NJ: D. Van Nostrand Company, 1963. Edición en español, La psicología evolutiva de Jean Piaget. Ed. Paidós. Barcelona. 1981.

[2] Piaget, Jean. Psychologie et épistémologie. Societé Nouvelle des Éditions Gonthier. París. 1970. Edición en español, Psicología y epistemología. Editorial Ariel. Barcelona. 1981.

[3] Flavell, John. op. cit. p. 101.

[4] Gardner, Howard. The Mind's New Science: A history of the cognitive revolution. New York: Basic Books. 1985. Edición en español, La Nueva Ciencia de la Mente. Ed. Paidós, Barcelona. 1987. p. 136.

[5] Varela, F., Thompson, E., Rosch, E. The Embodied Mind: Cognitive Science and Human Experience. MIT Press, Cambridge, Mass. 1991. Edición en español, De Cuerpo Presente: Las ciencias cognitivas y la experiencia humana. Ed. Gedisa, Barcelona. 1997.

sábado, octubre 07, 2006


Lev Vygotsky y la escuela histórica-cultural rusa (III Parte).


El pensamiento como acción socialmente Distribuida: El concepto de zona de desarrollo proximal.

La forma particular como las relaciones interpersonales, la instrucción, pasan a formar parte del desarrollo cognitivo de las personas es, según Vygotsky, una de las tareas básicas de la psicología[1]. No hay un paralelismo total, sostiene este autor, entre el curso de las relaciones interpersonales y el desarrollo cognitivo, siendo esta influencia un proceso bastante complejo. Las relaciones que intentan promover el desarrollo de la mente infantil, el proceso educativo formal, tienden a seguir un esquema secuencial, lógico y atomístico, que no necesariamente coincide con el proceso del desarrollo intelectual, que es mucho más unitario, más integrador y que se basa en la construcción de relaciones a partir de las experiencias vividas. Para Vygotsky, el pensamiento consiste en establecer relaciones, cuyo fundamento se encuentra en las acciones que los niños realizan con otras personas que actúan como mediadores. El desarrollo mental de los niños debe incluir, desde esta perspectiva, la cooperación que el menor recibe de su entorno, el cual actúa como una suerte de andamio cognitivo. La limitación de este andamiaje está en la estructura biológica del sujeto, es decir, que si bien para Vygotsky el ideal es que el aprendizaje preceda al desarrollo, potenciándolo, no desconoce la limitación que la biología le impone al proceso de reestructuración cognitiva.

“Con ayuda, todo niño puede hacer más que lo que puede por sí solo, aunque sólo dentro de los límites establecidos por su estado de desarrollo.

(. . .) Lo que el niño puede hacer hoy en cooperación, mañana podrá hacerlo solo. Por lo tanto, el único tipo de instrucción adecuada es el que marcha adelante del desarrollo y lo conduce: debe ser dirigida más a las funciones de maduración que a lo ya maduro.”[2]

El desarrollo que el niño puede alcanzar con la ayuda de otras personas, constituye la Zona de Desarrollo Proximal (ZDP), a través de la cual se puede acceder a un mundo más amplio, más abstracto. La interacción social, hace posible que una persona realice procesos cognitivos que sola no habría podido desarrollar. La persona que actúa como mediador, pone a disposición del niño sus conocimientos, sus experiencias y su conciencia, que van gradualmente estructurando el desarrollo cognitivo del menor y ayudándolo a insertarse adecuadamente en su comunidad. Dado que el instrumento por excelencia de esta mediación es el lenguaje, Andy Clark, haciendo explícita alusión a las ideas de Vygotsky, se refiere a éste como el artefacto definitivo.

“En muchos aspectos, el lenguaje público es el artefacto definitivo. No sólo nos confiere facultades adicionales de comunicación; también nos permite reestructurar una variedad de tareas difíciles, pero importantes, y darles unos formatos más adecuados para las capacidades computacionales básicas del cerebro humano. De la misma manera que las tijeras nos permiten explotar nuestras capacidades manipuladoras básicas para alcanzar nuevos fines, el lenguaje nos permite explotar nuestras capacidades cognitivas básicas de transformación y reconocimiento de patrones para que se amplíen hacia nuevos horizontes conductuales e intelectuales.”[3]

De esta manera, el lenguaje se constituye en el medio a través del cual, entramos y avanzamos en la Zona de Desarrollo Proximal, en medio de la cual, se producen los cambios estructurales necesarios para constituirnos en seres humanos. Transitar por esta ZDP es una condición de sobrevivencia para nuestra especie, siendo el desarrollo del lenguaje y del pensamiento un factor clave en este proceso. El modo de vivir característico del ser humano en la actualidad, ha sido posible gracias a la modulación recursiva que se da entre el lenguaje, la percepción, el pensamiento y la acción. A este respecto, Andy Clark, señala que “la pura intimidad de las relaciones entre el pensamiento humano y los instrumentos del lenguaje público nos plantea el interesante y delicado enigma consistente en determinar dónde acaba el usuario y dónde empieza el instrumento.”[4]

Para la escuela histórico-cultural rusa, el ser humano es un ser dinámico, en devenir, que se constituye como tal a través de los efectos recursivos que sus acciones tienen en su entorno y en él mismo. En este proceso de desarrollo, filogenético y ontogenético, el lenguaje surge como un poderoso instrumento de transformación social y personal. El lenguaje, cambia significativamente nuestra historia, permitiendo el acceso a un mundo muy distinto. Es el lenguaje el que permite dar cuenta de nuestra existencia y construir así nuestra historia. Jerome Bruner, señala que Vygotsky tenía la convicción de que “en el lenguaje y sus formas de uso –desde la narrativa hasta el álgebra y el cálculo proposicional– se refleja nuestra historia.”[5] Fue también Vygotsky y su escuela, quienes destacaron el hecho de que los modos posibles de vivir, de atravesar la ZDP, se institucionalizaron históricamente, lo cual se advierte en las escuelas, en las organizaciones empresariales, en el teatro, en los cuentos infantiles e incluso en el quehacer científico.


[1] Vygotsky, Lev. 1934. op. cit.

[2] Vygotsky, Lev. 1934. op. cit. p. 142.

[3] Clark, Andy. Being there: Putting Brain, Body and World together again. MIT Press, Cambridge, MA. 1997. Edición en español, Estar ahí: cerebro, cuerpo y mundo en la nueva ciencia cognitiva. Ed. Paidós, Barcelona. 1999. p. 248.

[4] Ibíd.

[5] Bruner, J. Actual Minds, Possible Worlds. Cambridge: Harvard University Press. 1986. Edición en español, Realidad Mental y Mundos Posibles. Ed. Gedisa, Barcelona. 1988. p. 87.

martes, octubre 03, 2006


Lev Vygotsky y la escuela histórica-cultural rusa (II Parte).


Foto de Alexander Luria (1902-1977)


Para Vygotsky, así como la realización de un trabajo requiere del uso de medios apropiados para realizarlo, no pudiéndose comprender dicha actividad sin considerar las herramientas construidas para llevarla a cabo, así también la conducta humana debe comprenderse considerando “los medios por los cuales el hombre aprende a organizar y dirigir su comportamiento.”[1] Lo que sería novedoso en la conducta humana, señala Vygotsky, es que a diferencia de los animales que se adaptan de una forma más bien pasiva a su entorno, los seres humanos transforman su ambiente para que éste se adapte a ellos. Este proceso de modificación del entorno, es posible gracias al uso de dos clases de instrumentos: las herramientas, que permiten realizar cambios materiales sobre los estímulos del ambiente, y los sistemas de signos, que a diferencia de las herramientas, no modifican materialmente el entorno sino que modifican a la persona que los utiliza como mediadores. El sistema de signos fundamental sería el lenguaje hablado, el cual afecta la interacción que se da entre la persona y su entorno. El signo, el lenguaje, modifica al sujeto, el que a su vez tiene la posibilidad de cambiar el medio en el que se encuentra, que comprende también la existencia de otros seres humanos. De esta manera, a través de un proceso evolutivo que supone la interacción del organismo con su entorno, el homo sapiens original ha dado lugar a un ser humano que es resultado de una historia de cambios estructurales recursivos. El ser humano, como hoy lo entendemos, es como una piedra que se está tallando constantemente, dice Luria. En su afán de sobrevivir, el hombre ha creado herramientas, con las cuales ha modificado su mundo, este nuevo escenario ha generado cambios en el cerebro humano, lo cual ha permitido el desarrollo del lenguaje y, con él, la transmisión de experiencias y la conformación de una cultura, en la cual se están constantemente creando nuevas herramientas para facilitar la vida del ser humano y ampliar su ámbito de acción.

Para Vygotsky, el desarrollo del lenguaje, en tanto herramienta simbólica, permite potenciar el desarrollo del pensamiento, constituyéndose así en una herramienta cognitiva. “La relación entre pensamiento y palabra es un proceso viviente; el pensamiento nace a través de las palabras. Una palabra sin pensamiento es una cosa muerta, y un pensamiento desprovisto de palabra permanece en la sombra”[2], es de este proceso viviente, según Vygotsky, del que emerge la conciencia humana y en el que se basa nuestro desarrollo cognitivo.

El carácter distribuido de la cognición, desde la perspectiva vygotskyana, se advierte al considerar el proceso de conocer como un proceso reconstructivo, que todo sujeto debe activamente realizar. Los seres humanos no conocemos el mundo en forma directa, sino que accedemos a él a través de la mediación que nos ofrecen las otras personas con las que interactuamos, proceso donde el lenguaje desempeña un rol fundamental. La cultura y la experiencia histórica que ésta nos entrega, nos proveen de las herramientas necesarias para conocer nuestro entorno, nos enseña a percibirlo de una manera determinada y a actuar sobre él de manera efectiva. El mundo que los seres humanos habitamos es, finalmente, resultado del mundo que otros nos han mostrado, a través de un proceso de mediación, y del procesamiento cognitivo particular que cada sujeto realiza sobre ese mundo que el entorno le ha ofrecido. Esto es lo que Vygotsky denominó la ley de la doble formación de los procesos psicológicos.

“Una operación que inicialmente representa una actividad externa se reconstruye y comienza a suceder internamente, un proceso interpersonal queda transformado en otro intrapersonal. En el desarrollo cultural del niño toda función aparece dos veces: primero a nivel social y, más tarde, a nivel individual; primero entre personas –interpsicológica- y después en el interior del propio niño –intrapsicológica-. Esto puede aplicarse igualmente a la atención voluntaria, a la memoria lógica y a la formación de conceptos. Todas las funciones superiores se originan como relaciones entre seres humanos.”[3]


[1] Vygotsky, Lev. Myshlenie i rech. 1934. Edición en español, Pensamiento y Lenguaje. Ed. La Pléyade, Buenos Aires. 1977. p. 87.

[2] Vygotsky, Lev. op. cit. p. 196.

[3] Vygotsky, Lev. Mind in society. The development of higher psychological processes. Harvard University Press. Cambridge, MA. Edición en español, El desarrollo de los procesos psicológicos superiores. Ed. Crítica, Barcelona. 1978. pp. 93-94 en Alvarez, Amelia y Del Río, Pablo. Educación y desarrollo: La teoría de Vygotsky y la zona de desarrollo próximo, en Coll, César ; Palacios, Jesús y Marchesi, Alvaro. Desarrollo psicológico y educación, Tomo II. Editorial Alianza, Madrid ,1990, p. 99.

domingo, octubre 01, 2006


Lev Vygotsky y la escuela histórica-cultural rusa (I Parte).


Un destacado teórico e investigador en el ámbito de la cognición, contemporáneo de Dewey, fue el psicólogo ruso Lev Vygotsky, considerado como el principal fundador del enfoque de la cognición situada y quien junto a Alexander Luria y a Alexei Leontiev, conformaron en la década de 1920 la escuela histórico-cultural rusa, inspirada en la filosofía de Karl Marx. Desde este enfoque, constituye un gran error limitar el estudio de la psicología a las conductas directamente observables y suponer que el condicionamiento reflejo puede explicar, por sí solo, la complejidad del comportamiento humano, idea bastante difundida a principios del siglo pasado.

Vygotsky, si bien, no cuestiona el avance que ha significado el estudio del asociacionismo reflejo para la psicología, donde destaca el trabajo de su compatriota, el afamado fisiólogo y Premio Nóbel, Iván Pavlov, sí se manifiesta muy crítico del enfoque que adoptó el conductismo estadounidense, similar al enfoque reflexológico de Bekhterev, el cual pretendía hacer equivalente la conducta humana a la conducta animal, obviando el tema de la conciencia y entendiendo la conducta como una mera respuesta o reacción ante un estímulo determinado. En un trabajo publicado en 1925[1], Vygotsky señala que es imposible estudiar una reacción en forma abstracta, no considerando los movimientos o respuestas internas que presenta el individuo y que forman parte de la complejidad de su estructura en tanto organismo. La psicología científica, señala este autor, no puede ignorar la conciencia al abordar su objeto de estudio, debiendo interpretarla de un modo similar a como lo hace con las demás reacciones del organismo.

Reconociendo el pasado común que compartimos los seres humanos con los animales, Vygotsky, plantea que existen diferencias significativas que no pueden ser soslayadas por la psicología. La conducta que tienen los seres humanos en su vida cotidiana, no se basa sólo en una sumatoria de reflejos incondicionados y condicionados, como sucedería con la conducta animal, sino que, fundamentalmente, en la experiencia de las generaciones pasadas, la cual no se transmite a través de los genes. Esto constituiría la experiencia histórica, una experiencia social, una experiencia de otras personas a las cuales cada sujeto puede acceder, de un modo vicario, a través del lenguaje. Esta vivencia sería característica de los seres humanos y correspondería al componente social de la conducta. Así, a través del uso del lenguaje, el desarrollo deja de ser sólo un proceso biológico y pasa a ser también un proceso sociocultural. Durante su desarrollo, el niño no sólo crece, sino que también adquiere, en forma gradual al interactuar con otras personas, una serie de habilidades que dan lugar a nuevos patrones de comportamiento. “En el proceso del desarrollo el niño no sólo madura, sino que es re-armado”[2], dice Luria, aludiendo a la idea de que el entorno sociocultural cambia la estructura natural, genéticamente heredada, del ser humano, permitiéndole superar sus limitaciones biológicas y adaptarse de una manera más óptima a las circunstancias particulares que le toque vivir.


[1] Vygotsky, Lev. Consciousness as a problem in the psychology of behavior. 1925. (http://www.marxists.org/archive/vygotsky/works/1925/consciousness.htm)

[2] Luria, Alexander. The child and his behavior en Luria, A. y Vygotsky, L. Ape, Primitive Man, and Child: Essays in the History of Behaviour. 1930. (http://www.marxists.org/archive/luria/works/1930/child/ch06.htm)